jueves, 12 de enero de 2012

Melibea [1]

-Mi mente acaecida, defraudada por la vida, lo siento padre por lo que en diversas infamias he mancillado tu nombre, no quiero tener que volver derrumbada por un portón de hueso, a las puertas de esta sociedad impía, imberbe, insípida, inacabada, destructiva, maliciosa...

Querido padre, si todo lo que en mis contaminadas y confusas manos pudiera darte, si solo el hecho de pedir perdón por todos mis pecados fuese suficiente para hacer desvanecer todo lo pútrido que manchará tu nombre, no se ya, en mis pocos e insensatos actos, responderte sin ser de nuevo una vil marioneta de Satán.

Él, desfallecido a mis pies, él osó desafiar lo que la sociedad dictaba, para venir a mi encuentro, esquivando vuestras guardias, saltando vuestras trampas, él necesitaba de mi, y yo necesitaba de él.
Mas... Llegados a tal situación, donde toda la luz de velas se apagó en un estrepidante golpe contra el filo de la valía y la lucha,¿Qué me queda a mi?, un par de cartas manchadas de vino, unos dichosos besos, unos calurosos abrazos.
¡Maldito seáis, Cupido!, construiste tu fantasía a mi costa, amenazante con tus galardones, jugando con los frutos verdes de la juventud y las flores blancas de mis sueños.
¡Malditos seáis! Impugnando mis ansias de felicidad, porque solo un par de monedas de oro no me dejen alcanzar mis lejanas y rectilíneas ensoñaciones.