domingo, 11 de septiembre de 2011

Creencias vulgares de un borracho épico

Cuando vagaba por las calles mudas de París, un cura irrespetuoso me preguntó si la palabra de dios era la absoluta verdad, mas que una cuestión puntual, parecía que tras de si hubiese un ejercito apuntándome con sus lanzas a punto de matarme si discutía sus dichosas palabras.
"Contesta joven", preguntó reiteradamente el viejo idiota."No" le dije mientras escuchaba a Rhapsody desarmarme con su solo. "¿Cómo que no?" Chilló el cerdo mientras su vena se hinchaba como un anticonceptivo inflado. "Pues lo que oye usted, no creo en la palabra de dios, ni creo en todas esas patrañas" dije mientras arqueaba mis cejas sintiéndome superior y dominante de la situación, "Entonces, ¿En que crees joven estúpida?" me preguntó mientras colocaba su mano dentro de su bolsillo para protegerlas del crudo frío. "Pues yo creo, en los dragones, los elfos, los orcos y todas aquellas criaturas que desde luego el señor no creó, y si lo hizo los destruyó".
Los ojos del cerdo chupa sirios se abrieron como platos y alzó rabioso su mano "'!¿Pero como osas a creer en tales "barbaries"?¡", era una pregunta la mar de sencilla desde luego, "Pues porque si en esta vida hay que creer en gilipolleces de dioses súper mega fuertes con poderes mágicos, prefiero creer en un mundo paralelo donde dragones y orcos combaten con armas enormes y los magos protegen las ciudades con barreras de magia para que nadie puede arrasarlas, por lo menos, ellos no tienen la fama de ser un asesino ni van persiguiendo a la gente que no creen en ellos, se limitan a existir dentro de mi, porque lo mejor de ese mundo, es que yo puedo ser el dios."
El cura absorto por las patrañas que le decía, indignado decidió marcharse pensando, seguramente, en que la juventud y las generaciones venideras se habían ido a la porra.
Yo de mientras, me subí a mi dragón de hielo y partí hacia la tierra media, me esperaban grandes planes allí.

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